viernes, 11 de octubre de 2013

Creo.

Salí a caminar. Hice una pausa. Fui al Banco en realidad. A una sucursal que no existía en lo absoluto y sin sentido me perdí en las miradas de las personas. Una vuelta amena disfrutando el Sol. Primero me quejé, lo admito. El viento sopló y había salido sin campera, grave error, pero el Sol me ayudó y me hizo pasar el frío que estaba sufriendo. Me tapé los ojos con los lentes, el paisaje en la penumbra se aprecia mejor. Y salí. Crucé Paseo Colón por la esquina de siempre, le sobraban bienvenidas y despedidas a esa esquina. Caminé. Empecé. Respiré. La tarde gozaba ese paseo.
Las personas no lo sabemos pero es tan placentero pasear aunque sea veinte minutos por día. Anoche disfruté caminar bajo la Luna y los árboles, fue una noche perfecta y entre charlas me perdiste. Mientras pensaba en eso y me sentía igual que anoche las personas se cruzaban con mucho apuro. No entienden la parte de disfrutar el Sol, el viento, el día, la vida.
Por la avenida parecía todo tan atareado y agitado hasta que doblé en Humberto Primo, la paz se hizo presente. Me relaje y las caras que me cruzaba iban cambiando. Sonrisas por doquier que contagiaban la pureza de las personas que me iba cruzando. Pausa... Me desarmaron el cubo de Rubik de nuevo, tengo que armarlo nuevamente porque no me gusta dejarlo así.
Listo, lo arme de nuevo. Sigo después de que doblé en Humberto Primo empecé a buscar el Banco, no lo encontraba, pensé en doblar en Defensa a la izquierda pero me estaba alejando de la ubicación que me habían dicho. Volví, seguí derecho, frené, regrese nuevamente y en la esquina me cruce por delante de una fotógrafa, creo que salí en la foto, no lo sé en verdad. Doblé en Defensa, el Sol de frente me asentaba bien, me vestía con su encanto. Creo que estuve acá antes, pero no lo recuerdo. Un café tal vez una noche de rock, puede ser eso. Seguí un poco más y una tranquilidad enorme de apoderó de la calle. En la esquina que fui a doblar dos chicos y una chica hablaban, me llamó la atención su buen gusto para vestirse, los pasé y el silencio inundó la cuadra. Leí un cartel que decía: "Paseo de los anticuarios.", creo que eso decía. Caminé. Todos los negocios de la cuadra exponían en sus vidrieras cosas de antaño muy bien preservadas. En uno de ellos escuché hablar un Ingles mezclado con otro idioma, lo desconocí, me reí un poco y seguí. Doblé nuevamente a la izquierda, la calle me parecía conocida, nada me detuvo y el Banco no existía. Seguí. Avance. De nuevo doblé y desemboqué a Plaza Dorrego dónde, en un principio, tendría que haber estado mi inexistente destino. No me arrepentí de llegar hasta ahí de nuevo, gire lentamente rodeando la plaza, mi atención se detuvo en los artesanos, en una mesera con acento extranjero, en el sombrero de un muchacho, en el paseo por sí mismo.
Una señor se cruzó por delante, había unas promotoras de H2O regalando gaseosas, la mujer se acercó y pidió una para ella y otra para un hombre que estaba en un primer piso y no podía bajar. Mis sentidos estaban agudos a todo lo que pasaba alrededor, un mesero me robo una gran sonrisa con un chiste que le hizo a la señora luego de que esta obtenga el agua en sus manos. Fue muy simple pero intrépido y veloz al decirle: "Le puedo ofrecer algo para tomar?" Nos miramos y nos reímos juntos, hasta la esquina me acompañó la carcajada del muchacho y la sonrisa ganada. Comencé mi regreso. Pensé en todo lo que había pasado en tan solo veinte minutos. Había sido eterno el paseo, no había cumplido el objetivo, pero después entendí que lo había logrado. Tenía material para escribir en este momento, nada mas valioso que eso.

En veinte minutos.
En diez cuadras.
En un paseo.
Me inspiro.
Escribo.
Creo.


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